sábado, junio 23, 2007

Si aún te puedo llamar amigo…


CÓMO OLVIDAR cuando juntos corrimos las carreras de la adolescencia, luego, ya mayores, con las adrenalinas en calma, nos hicimos cómplices de episodios llenos de lances, de historias que nos forjaron y nos marcaron de por vida, pero que a la vez nos dotaron de esa mucha o poca sabiduría de que gozamos hoy.

Nos alegramos y sufrimos lo que nuestras capacidades nos permitieron, fueron tantas las veces que reí junto a ti; pero (el maldito pero que nunca falta) no lograba olvidar el daño que sufrí por tu causa. Por si no tienes una pizca de memoria de lo que hablo, permíteme evocarte esos momentos que hasta hace poco me descalabraban:

Aún parece cercano el día en que conocimos a esa mujer que nos mariposeó el corazón y revoloteó nuestros sueños, no sin embargo siento así la amistad que desunió sin planteárselo. Para mí significó un amor hermoso, se sustentaba en ternuras; creo que era evidente para ella el amor que le disipé.

Lo que me perturbó tanto fue la manera en que tú emprendiste las cosas, la forma en que avanzaste sabiendo que yo pretendía a un amor limpio e incontaminado. Pero tú, tan experto en esos menesteres como eras, quitaste todo lo que te estorbaba para logar lo que te propusiste, sin importar que en ese “todo” se disolviera nuestra amistad, ése apego de hermano que tantas veces, después de que consumaste tus ambiciones, extrañé de ti.

Sé que no eres tan feliz con ella como lo esperabas, sé que lamentas haber revolucionado los tiempos para alcanzar el galardón más preciado. Me enteré que usas a tus hijos de refugio contra las desabridas vivencias que erigiste, yo en cambio encontré el amor de la manera menos sospechada. Soy feliz al lado de mis hijos y mi dueña.

No quisiera sentirme aborrecible pensando que era lo que merecías, nunca ha sido mi estilo; es más, ni siquiera las lágrimas que lloré encerrado a piedra y lodo en mi recámara valen la pena para desearte un momento de tribulación junto a los tuyos.

Es de verdad amigo (aún me quedaron fuerzas para llamarte así) que todo quedó en ese pasado que concluyó el día que conocí la auténtica felicidad, cuando me di cuenta que las argucias que conspiraste para despojarme una oportunidad de ser feliz. Ahora veo que esas flechas que me lanzaste me
acrecentaron, pues yo inquiría el verdadero amor, tú solo un amor a ciegas.

Ya dejé de suspirar el pasado, ahora vivo de este presente profuso de cosas buenas. Solo tu presencia vino a estorbarlo hoy por unos minutos. Tal vez para acomodar ese recuerdo en el cajón que le corresponde. Ahí, donde se colocan las cosas negativas cuando se mutilan para siempre, cuando dejan de ser un estorbo en la vida.

Fui agraciado de compartir buenos tiempos contigo, y venturoso de aprender en cabeza extraña esa lección de no siempre correr con ligereza tras el amor.

José Luis de la Cruz Vallejo

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