viernes, octubre 13, 2006

Púrpura

EN EL SEGUNDO SORBO ME DETENGO, me arrellano en el mullido sofá de esta habitación cómoda y sobria. Pienso en ti... pienso en tu boca sabor menta, en tus dientes nacarados y en tu cintura tan llana que se convierte en casi nada cuando la rodean mis brazos largos y escuálidos.

Para el tercer trago casi te traigo en presencia, por poco eres realidad, te veo como en esas tardes soleadas en que caminando por el empedrado de las calles del pueblo meneas las caderas deteniendo las miradas de los transeúntes que te ven pasar... así... así tan tú... tal como solo el lirio se mueve con la brisa del verano en mi ciudad.

Para el cuarto no soy yo... me pierdo en la soledad, mis uñas desgarran la piel del negro sillón haciendo estragos en su fino tapiz. Seguido vienen los tirones del escaso pelo, y entonces... entonces me muero... muero lento y… tú no estás... me desangro gota a gota... mi vida se va extinguiendo... se diluye lentamente, se desliza como el espeso púrpura en el pedazo de vidrio de la copa de cristal.




José Luis de la Cruz Vallejo
D. R.

El otro yo

USTED es una persona muy valiosa para mí, acéptelo, si viera cuando espacio de mi mente ocupa cada día, tan solo pensar que con una sola aproximación suya mi cuerpo vibra y se desconecta del universo es algo grandioso.

Y es que hace tanto tiempo que nos conocemos, y sin embargo apenas y empezamos a frecuentarnos como yo lo deseaba… Es tan raro que en poco tiempo usted se haya ganado mi cariño; yo, tan huraño, tan reservado y un tanto antisocial… y ahora míreme… míreme como me encuentro, por las noches no duermo, de solo pensar en sus manos, en sus ojos, en esa mirada que atrapa, que quema y que trastorna; esa mirada que permite ver fuera y prohíbe llegar dentro.

Permítame expresarle sin rodeos las oleadas de espasmos que su presencia me provoca, decirle que este ser que apenas y conoce ha construido un mundo en el que solo usted y yo cohabitamos, uno que se ha fincado en deseos, en pasiones y en esperas. Viera la carita que pone cuando estamos tan cercanos, y como sus párpados aprisionan esos hermosos ojos cuando sus labios rozan los míos… y es que en mis sueños usted no es lo mismo, se transforma, como si de reencarnaciones se tratase, de verdad, créame…

Si pudiera ver las gotas de agua cuando escurren por sus lánguidos muslos y lo que es secarlas una a una… y es que usted no lo entendería, su persona tan seria y sobria jamás creería cómo en mi mente cabalgan las más intrépidas aventuras de dos cuerpos que se enredad entre las sábanas, de pasiones contenidas que se desbordan en catarsis de saliva y sudor, de sombras que se demuestran una y mil veces su amor desasosegado.

Disculpe usted mi atrevimiento, pero es lo menos que le puedo decir después de que tan cansado caigo en mi lecho una vez que sucumbo cada noche a una aventura nueva a su lado. Lo siento si mis palabras le ruborizan, lo imagino, pero prefiero arriesgarlo todo a frustrar la resurrección de un ser que ha estado muerto por tanto tiempo, ese ser que apenas yo mismo empiezo a conocer cada mañana que veo el espejo de esta habitación que es testigo de nuestras proezas. Ya para no incomodarle, déjeme decirle por último que…

_Manuel, mi amor, despierta ya se ha hecho tarde para irte al trabajo.



José Luis de la Cruz Vallejo
D. R.

Invierno

YA ES TARDE, las luces de la ciudad han empezado a iluminar la imponente negrura de la noche; el panorama desde aquí es majestuoso: luces amarillas, violáceas, y algunas otras con tintes azules.

El invierno crudo y desolador se ha asomado ya, cala en los huesos y carcome todo cuanto a su paso encuentra. Hace tanto tiempo que los campos ya no florean, hace muchos días que las cosechas se levantaron. ¡Hace ya tanto tiempo!…

El café de la olla que está sobre la estufa, se entromete hasta mi guarida, se cuela en mis narices y se detiene en la garganta; y lo que es más, remueve con su aroma los recuerdos en mi cabeza… y es que hace tanto tiempo que los árboles dejaron de florear, hace no se que tanto tiempo que los duraznos dejaron de golpear maduros la tierra magenta de esta montaña… ¡hace tanto tiempo!

Entre las memorias más latentes estás tú, te apoderas de cada momento, de cada fracción de tiempo y de cada espacio disponible, tanto como lo hace el frío en esta montaña que silenciosa me hace testigo presencial de sus hazañas: quema, quiebra, mata y aniquila. Y es que el verano, justo como tú, dejó de venir por aquí hace ya tanto tiempo… ¡hace ya mucho tiempo!


José Luis de la Cruz Vallejo

D. R.