domingo, noviembre 19, 2006

Me acordé de ti...

HOY DESCUBRÍ como es que mueves tus ojitos cuando expresas tus emociones, entendí, mediante el recuedo, la magia que hace que mi corazón se acelere cuando estamos juntos, supe cuál era el truco que tan perfectamente usas para convencerme cuando quieres algo; y es que al verte en mi mente fue tan real que casi caigo en conmoción.

Tu vitalidad, tu fuerza, tu sonrisa y tus locuras son para mí el elíxir que da empuje a mi vida, y es que no me basta recordarte durante el día. Deseo y necesito verte muchas horas, muchos minutos, muchos segundos, porque hoy, aún con esa vívida imagen no me bastó para sosegar mis ganas de estar contigo hijo.

Con amor para ti Fernando, tu Papi.


José Luis de la Cruz Vallejo
D. R.

martes, noviembre 14, 2006

Solo ella

CUALQUIERA EN SU LUGAR hubiera escogido sobrevivir a los suyos, a los que son de su propiedad; todo lo que conlleva triunfos e ilusiones; alegrías y emociones; festejos y felicidades. Solo lo que le pertenece: Hijos, esposo, un hogar.

Pero ella no, ella se aferró al amor más humano, al que se dan sin reservas, al que estrangula y no duele, al que cala y no se siente, al que carcome y no se percibe. Y es que cuando el corazón lo dicta, así es, sin más ni más lo sigues, tal como la flecha sigue a su presa sin oportunidad de fallo. Así ella consagró su vida y su amor hacia su madre enferma, directo y sin reparos.

Y aunque los otros no vean, porque ciegos ante sus carencias se muestran, porque sus ruegos y sus gritos internos son mudos a sus oídos. Como si eso no le afectara, ella devuelve mimos y cuidados a quien le dedicó su tiempo y cariño cuando aún no se bastaba ella sola.

No habrá tardes de ocio entre amigas, no habrá tiempo para telenovelas, no habrá siestas vespertinas, estas se han vertido a noches, días y tardes aciagos de rutina y hartazgo.

Con la pesadez echada a la espalda, y sin la más mínima queja, ha cambiado sus ropas por harapos, sus perfumes por olor a fármacos, sus tiempos para la galantería femenil por prisas y citas a los hospitales, y así, sin proponérselo, de la noche a la mañana su vida se extendió a la de otro ser, ahora son una sola, ahora viven, mueren y trascienden dos.

¿Quién pretende juzgarla? ¿Quién se atreve a objetarla? Nadie, pues nadie es capaz de entregarse así, de arrancarse así la vida de una sola tajadura, de olvidarse de comodidades; de ocupar su vigor en alguien ajeno a uno mismo. Porque nadie, ni yo mismo, es capaz de sostener la mirada y erguir su cabeza ante tal ejemplificación del amor.

Con todo mi amor y profundo respeto a mi hermana Rosalinda, por dedicarse a cuidar a nuestra madre ya envejecida.

José Luis de la Cruz Vallejo
D. R.

martes, noviembre 07, 2006

Adiós de Madrugada

SON YA CASI LAS CUATRO DE LA MADRUGADA, el viento que ha estado galopando en el cristal de la ventana apenas y me abandona, es una nochecita de esas del demonio.

El cuarto, que hace las veces de cómplice de mis desventuras, se apetece frío, oscuro y tenebroso, apenas y una pequeña luz del farol de la calle se infiltra por entre las rendijas de la cortina. Ahí estoy yo, deshecho, tumbado entre las sábanas pestilentes a resaca, a dolor y quebrantos.

El alcohol ha sido el único bálsamo para esta noche, en la que las estocadas del odio y el rencor traspasan mis entrañas y los remordimientos carcomen los pocos vestigios de bondad que aún le quedaban a mi alma.

¿Cuándo empezó todo esto? No lo se, ¿Cómo se dio? No tengo la respuesta, no en este momento, no cuando la oscuridad de mi mente es más densa que la de este cuarto frío y amortajado que me abraza, que me hiela, me abofetea y me escupe a la cara los más duros acuses y redames; se embrutece de cínicas carcajadas y me grita sinceridades: Te lo dije, te lo advertí, no debiste… bla, bla, bla, ¡Qué bajo caíste!

¿Quién encarará este destino sino yo? ¿Quién resistirá las realidades sino yo? Yo… yo y mi estúpido bajo ser que no piensa, que no mueve un ápice si no se lo ordena su instinto, su maldita intuición y su brújula desorbitada.

Pero no, no esta vez. Hoy no dejaré que esta oscuridad me atormente, esta vez no permitiré a ese viejo reloj que me chantajee con su interminable caminar, hoy no cederé lugar a la ignominia ni al desasosiego, me tragaré mis lágrimas y me sacudiré el dolor, y así… así sin más ni más sembraré el recuerdo de tu adiós en el olvido. Y acabaré con todo… acabaré con el poco o el mucho amor que aún me tienes, el poco o mucho amor que te tuve… que te tengo.

Ahora el perdón se diluirá entre el agua que escurre por las calles en esta fría madrugada… se fugará con el ligero viento que aún me llama por la ventana, y yo me iré con él… antes de que también me abandone.



José Luis de la Cruz Vallejo
D. R.