jueves, diciembre 28, 2006

… Esa fue mi última navidad.

LAS LUCES del árbol titilaban en bellos colores, los santos peregrinos permanecían estáticos al pié de él, habían esperado un año guardados quien sabe donde. Mi madre era hasta cierto punto muy celosa con esas cosas, por eso desde la tarde tomó al niño Jesús en sus manos y lo limpió con mucho cuidado, éste era un regalo muy preciado para ella.

Esa noche llegaron todos a mi casa, recuerdo las caras de mis hermanas y sus esposos cuando uno a uno entraron con obsequios para mis papás, todo era tan especial, claro, en medio de la austeridad y las carencias de una familia humilde como la mía.

Los niños corrían por toda la casa, afuera los adultos asaban carne para la cena de navidad, y algunos no tan mayores tronaban cuetes en la calle ya cubierta de algarabía.

Las horas pasaron; los humores se encendieron; las botellas de licor y de cerveza empezaron a lucir vacías… todo era ya tan relajado para las diez de la noche… a mis trece años, desde esa perspectiva, la ilusión de la navidad estaba cambiando a solo un pretexto para la borrachera y la comida en exceso… Santa Claus nunca existió, al menos en la casa los juguetes quedaban condicionados a la buena voluntad de los dueños de la fábrica donde mi papá era obrero, y eso no era un secreto por guardar.

Dieron las once de la noche, era obligado rezarles a los santos, así que Doña Glafira, la rezandera de la cuadra, llegó a mi casa después de cumplir en las fiestas de los demás vecinos. Uno, dos, tres Padres nuestros y no sé cuantas Aves Marías. Mi hermana y mi cuñado fungían de padrinos, él, ya a punto de la borrachera, sostenía en una charola a la imagen adorada sentada en esa silla a la que se le ató por doce meses, las risas de los presentes no se hicieron esperar al ver al esposo de mi hermana en ese estado.

Recuerdo que mi cuñado se tambaleaba a un lado y a otro, y en el momento de hacer una fila con una vela encendida en la mano para pasar a besar al niño y tomar una colación, mi cuñado cayó encima de los fieles con todo y la imagen… de las risas pasamos al silencio sepulcral… todos nos mirábamos unos a otros confusos. EL niño cayó roto en pedazos. Mi madre indignada, hubo alguno que incluso comentó que era como un castigo por estar jugando con algo tan sagrado.

Esa fue mi última celebración de la navidad. Desde entonces, historias como esas, en las que la borrachera y el abuso de la comida son lo más importante de la celebración, llegan a mis oídos cada año; pretextos sobran para divertirse a costa de una aparente festividad santa, desde las nueve posadas obligadas antes del día veinticuatro de diciembre, hasta el dos de febrero en el que hay que sentar al niño.

Quién asegura que Jesús nació un veinticuatro de diciembre? No ha habido nadie que me muestre en algún libro sagrado que el Salvador nació ese día ¡No concibo a los pastores con sus ovejas que pastan a campo raso en el frío Belén en esas fechas! y eso si lo dicen las Sagradas Escrituras.

Gracias Dios por enviar a tu hijo Redentor a la tierra, gracias de verdad porque Su amor sobrevive hasta nuestros días sin la necesidad de contaminar su Excelencia con fiestas inventadas por mentes ávidas de comerciar y de llenarse los bolsillos de dinero a costa de la buena voluntad de unos cuantos.

NOTA: Este texto no es con el fin de hacer proselitismo, ni mucho menos, es simplemente para mostrar mi muy personal punto de vista sobre esta fecha en la que mil y una vez tengo que decir que no celebro las navidades, ni ninguna otra festividad en la que la gente es coaccionada por las pesadas esferas económicas, políticas, religiosas y mercantilistas de este planeta tierra.

José Luis de la Cruz Vallejo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

LO PODRIA ADMIRAR COMO MAESTRO, O ESCRITOR PERO LO PREFIERO ADMIRAR COMO HUMANO.

Anónimo dijo...

excelente !

Enzo dijo...

No, no puedes culparnos a todos, siempre hay un motivo que festejar, y mira tú, antes que se acabe el año, le hacemos mininos a un muñequito de yeso.
Debieras tomar las cosas con menos dolor. La Natividad de Nuestro Señor es un motivo que provoca reflexionar. Es cuestión de darle más importancia a lo que la iglesia (de la comunidad a la que pertenezcas: Testigos, Adventistas, Pentescoteces, Católicos, Mormón, etc.) pueda mencionar al respecto. Tu propia visión que, combinada con la tradición que tu pueblo ofrece, tal vez, puede ser mejorada si acompañas a tu crítica (que te genera malestar) algo de verdadera importancia religiosa (sin llegar a un excesivo dogmatismo teológico) te puede ayudar a aprender a valorar más ésta interesante y por qué no, "cautivante" efeméride.