miércoles, diciembre 13, 2006

Odio

AYER conocí al odio, no era como siempre lo había imaginado. Sus pupilas dilatadas escupían los rencores acumulados en el tiempo; la repugnancia y la hostilidad cubrían su desnudez. En ese momento el temor y la angustia se apoderaron de mí convirtiéndome en presa fácil.

Su corazón podrido por el resentimiento sufrió un estallido fulminante y sus dardos venenosos apuntalaron contra mí… una estocada, dos, tres, no sé cuantas, pero estaba ileso.

De pronto, como queriendo seducirme, el odio me tomó en vilo y me abrazó tan fuerte que me dislocó el alma. Sigilosamente me susurraba al oído palabras melosas, verborrea insana. Pregonaba hediondas lisonjas y los más aborrecibles embustes que he conocido en la vida.

¡Dios Santo! -Fue lo único que acerté a gritar-

Me solté de entre sus tentáculos y corrí con rumbo contrario, y es que, entonces, cualquier lugar era mejor que sucumbir a sus pretensiones.

Tan pronto me sentí a salvo me sacudí los rescoldos de su veneno. Desnudé mi cuerpo y quité uno a uno los escupitajos que me había arrojado… Un tanto recuperado, tratando de entenderlo todo, me fui por la vida… deseando no volver a mirarlo a los ojos jamás.

José Luis de la Cruz Vallejo

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

debiste haber visto el odio muy de cerca, ups, qué mello, yo, eso creo, no lo conozco así... es menos furibundo

Anónimo dijo...

Fue horribleeee

Yo también lo he vivido como tú.

Saludos desde Piedras Negras Coahuila.

Pedro Sepúlveda

Enzo dijo...

Supongo que te viste ante el espejo, en un rapto de iracundia absurda ante ti y el mundo que te sostiene (a regañadientes); o sea, tú.

Saludos