martes, noviembre 07, 2006

Adiós de Madrugada

SON YA CASI LAS CUATRO DE LA MADRUGADA, el viento que ha estado galopando en el cristal de la ventana apenas y me abandona, es una nochecita de esas del demonio.

El cuarto, que hace las veces de cómplice de mis desventuras, se apetece frío, oscuro y tenebroso, apenas y una pequeña luz del farol de la calle se infiltra por entre las rendijas de la cortina. Ahí estoy yo, deshecho, tumbado entre las sábanas pestilentes a resaca, a dolor y quebrantos.

El alcohol ha sido el único bálsamo para esta noche, en la que las estocadas del odio y el rencor traspasan mis entrañas y los remordimientos carcomen los pocos vestigios de bondad que aún le quedaban a mi alma.

¿Cuándo empezó todo esto? No lo se, ¿Cómo se dio? No tengo la respuesta, no en este momento, no cuando la oscuridad de mi mente es más densa que la de este cuarto frío y amortajado que me abraza, que me hiela, me abofetea y me escupe a la cara los más duros acuses y redames; se embrutece de cínicas carcajadas y me grita sinceridades: Te lo dije, te lo advertí, no debiste… bla, bla, bla, ¡Qué bajo caíste!

¿Quién encarará este destino sino yo? ¿Quién resistirá las realidades sino yo? Yo… yo y mi estúpido bajo ser que no piensa, que no mueve un ápice si no se lo ordena su instinto, su maldita intuición y su brújula desorbitada.

Pero no, no esta vez. Hoy no dejaré que esta oscuridad me atormente, esta vez no permitiré a ese viejo reloj que me chantajee con su interminable caminar, hoy no cederé lugar a la ignominia ni al desasosiego, me tragaré mis lágrimas y me sacudiré el dolor, y así… así sin más ni más sembraré el recuerdo de tu adiós en el olvido. Y acabaré con todo… acabaré con el poco o el mucho amor que aún me tienes, el poco o mucho amor que te tuve… que te tengo.

Ahora el perdón se diluirá entre el agua que escurre por las calles en esta fría madrugada… se fugará con el ligero viento que aún me llama por la ventana, y yo me iré con él… antes de que también me abandone.



José Luis de la Cruz Vallejo
D. R.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ups... casi me corto las venas...

Enzo dijo...

La embriaguez, no es compartida si la soledad está ausente. El alcohol eleva, nos conduce a una extraña efervescencia del propio desconocimiento de nosotros mismos y, sin embargo, volvemos a él...

Hermano, me agrada tu escritura.